El cáncer de nuestro país: La Corrupción


El Cáncer que consume a México



Como hemos visto en diferentes medios de comunicación, los medios impresos y digitales, la corrupciónen nuestro país ha sido un tema y problema indeleble, mucho se ha esperado en cuanto a una correcta estructuración y aplicación de las múltiples, pero inútiles e ineficientes estrategias para erradicarla. 

Hace ya varios amaneceres que  nuestros gobiernos se han empeñado cada vez más en argumentar que en México la corrupción se combate de forma persistente y con apego a la ley. Por ejemplo; nos hablan de que se juzga y castiga a toda aquella persona o institución,  corrupta o corrompida con el fin de evitar la impunidad, situación que también nos ha desquebrajado como sociedad y como país.

Pero ¿qué hay detrás de este gran cáncer que nos ha llevado a la ruina a tal grado que, se gasta más en corrupción y se invierte menos, mucho menos en servicios para la población? , ¿Acaso todos somos parte de la corrupción?, ¿Se podrá borrar de una vez por todas? O quizás,  ¿la corrupción se ha vuelto parte de nuestra forma de vida y nos da temor dejar de hacer uso de ella para evadir los obstáculos que el mismo sistema nos impone? ¿Será que sólo un grupo de individuos se beneficia de los actos y consecuencias de la corrupción?, ¿seremos todos culpables y cómplices de esta abominable enfermedad que nos consume a trozos?




















Todos sin duda, hemos sido consciente o inconscientemente parte del problema que no nos ha dejado avanzar a otros horizontes, quedándonos estancados sin saber a dónde ir, a dónde virar. Ha roto el tejido social, pues disminuye la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, en sus gobernantes y finalmente entre ellos mismos. También afecta nuestra ética y nuestros valores, se disuelven, se esfuman, desaparecen. 

La corrupción es el abuso o el uso erróneo del poder público para obtener un beneficio particular o también, la transferencia ilegítima de recursos de lo público a lo privado. Es el fenómeno por medio del cual un funcionario es impulsado a actuar de modo distinto a su ética y a las normas del sistema para favorecer intereses particulares a cambio de una recompensa (muy jugosa por cierto).

Ahora, si buscamos tener una definición etimológica, podemos mencionar que la palabra corrupción proviene del latín “corrumpere”,que significa sobornar, falsificar, dañar, echar a perder y está formada por dos raíces latinas “cor” y “rumpere” que significan “corazón” y “romper” respectivamente. Es decir que corrumpere significaba, para los romanos, romper desde adentro, lo que significa “romper el corazón”.

En términos simples, la corrupción es pedir y ofrecer algo a cambio, sin embargo su naturaleza es totalmente ilegal, puesto que transgrede normas y leyes,  valores y ética de las personas. Es un vil trueque que va quebrantando individuos, sociedades, instituciones y gobiernos. Esta corrupción ha aumentado y dañado gradualmente nuestra sociedad, beneficiando a algunos sectores privilegiados y flagelando a un sector mayoritariamente pobre.

El acto corrupto implica a dos partes: el corruptor y el corrompido, es un ciclo en donde el corruptor es el iniciador del proceso, el que persuade para obtener lo que pretende, bajo cualquier condición y a cualquier costo. Del otro lado está el corrompido que es aquel que se deja corromper, el que cede y continúa con el acto corrupto, por lo general se encuentra en una situación o lugar conveniente para el corruptor, al igual que este último,   el corrompido establece condiciones y requisitos que se deben cubrir para así poder obtener lo que se desea. Ambos son culpables y ambos están interesados en ocultar el hecho (aunque múltiples medios de comunicación han ventilado los favores por debajo de la mesa, por debajo del agua), ya que finalmente la corrupción es una delincuencia organizada, tecnificada y altamente respaldada por los dueños y señores del poder.

Cabe señalar que no sólo intervienen individuos en este proceso, también involucra a instituciones gubernamentales, de la iniciativa privada y hasta incluso naciones enteras, con efectos secundarios que dejan cicatrices aún sin sanar para sus pobladores.

Otro aspecto es que las instituciones públicas y privadas postergan la cero tolerancia a la corrupción, ya que por un lado las instituciones gubernamentales promueven que no existan las prácticas corruptas; sin embargo ellos mismos las generan, las perpetúan, las avalan y finalmente las legalizan. Por ejemplo un funcionario público exige “dinero” o algún beneficio personal al usuario, para así poder “agilizar” trámites que deberían ser totalmente eficientes, rápidos y gratuitos. 

O tal vez la forma más común de corrupción que estamos viviendo es la de cerrar la boca ante los actos de injusticia, al no exigir respeto a nuestros derechos, paulatinamente nos volvemos todos parte del sistema corrupto, somos cómplices agazapados, pasamos por alto actitudes y situaciones que, debemos entender, nos afectan a todos.

Aunque las instituciones gubernamentales se han visto mucho más inmiscuidas en actos corruptos, tales como; tráfico de influencias, desvío del erario público, crímenes que quedan impunes, compra de voluntades y de votos, la iniciativa privada no se queda atrás. Simplemente, démonos cuenta de que las empresas transnacionales contribuyen poco al pago de sus impuestos, violan la ley federal del trabajo, exprimen y tiran al trabajador cuando más les sea conveniente y cuando les plazca, hacen y deshacen y ninguna sanción se les aplica, esto mi querido lector, es otra forma de corrupción, y de la más cínica pues, a pesar de que contribuyen en la economía del país, se llevan su buen pedazo del gran pastel que es, nuestro noble y vasto país, nuestra mano de obra, nuestros recursos naturales. 

Estas empresas corrompen y persuaden, ese es su modus vivendi, así obtienen beneficios extraordinarios y simultáneamente contribuyen a que el sistema corrupto y el estado que lo aprovecha se mantenga en la cúspide, se prolongue (como paga por dejar pasar las cosas por debajo de la mesa).

Todo esto porque el mismo estado lo permite, cada quien ve su beneficencia, su bienestar y comodidad, aunque para lograrlo implique soltar unos cuantos billetes. Siempre lo he dicho, si entre nosotros; dentro de nuestro sistema político y de gobierno no predicamos con el ejemplo de evitar corromper y ser corrompidos por otros, cualquier extranjero que se instale, verá la forma más fácil de subsistir, es decir, perpetuar la corrupción sin importarle; en lo absoluto, las consecuencias que pueda generar con el transcurso del tiempo.


Sin embargo, no somos el país más corrupto, mantengamos la esperanza de que tenemos la solución en nuestras manos para poder gradualmente disminuir las prácticas corruptas, actualmente nuestro país tiene un puntaje de 34 de acuerdo al Índice de Percepción de Corrupción que realizó Transparencia Internacional en 2012, basándose en una escala del 0 al 100 (siendo 0 el puntaje más alto en corrupción y 100 el más bajo). Después de México, le siguen con el mismo puntaje países como Algeria, Armenia, Bolivia, Gambia, Kosovo, Mali y Filipinas, países en donde es común denominador la pobreza y la desigualdad en la distribución de los recursos.

Por otro lado, los países con el puntaje más bajo en corrupción son Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda, todos con un puntaje de 90, después le acompañan países como Suecia, Singapur y Suiza, con puntajes de 88, 87 y 86 respectivamente.

Como ya he mencionado anteriormente, la corrupción es un proceso el cual se genera desde las más altas esferas del poder, así consecutivamente desciende hasta los niveles más bajos de la pirámide social (teniendo a la clase dominante en la cúspide y a la clase sometida en la base).

Antes se observaba que la corrupción sucedía mayoritariamente entre sujetos con altos cargos públicos, altos sueldos y prestaciones; pero conforme se ha ido dispersando este cáncer, nos ha dejado entrever que ahora cualquiera se corrompe y cualquiera puede ser corrupto, persuadir y ofrecer algo a alguien a cambio de un beneficio individual e incluso colectivo (como ejemplo tenemos a las organizaciones o sindicatos o empresas que violan las leyes y códigos establecidos).

Hemos dejado avanzar esta enfermedad; hemos alcanzado ese punto de confort en donde es más fácil estirar el brazo y recibir dinero para evadir una responsabilidad y un compromiso. Los gobiernos actuales y la sociedad en general no se han preocupado y ocupado en el desvanecimiento de los actos ilícitos y corruptos.

Por estas razones, la corrupción la hemos conformado todos y al mismo tiempo e irónicamente la solución, lo que quiero decir es que tal vez nuestro error es pensar que “si la mayoría corrompe y se deja corromper porque no deberíamos de hacerlo”, esa mentalidad es la que ha venido a darle al traste a todas las fallidas iniciativas de combatir la corrupción.

No basta con emplear discursos que promuevan las denuncias de actos referentes a la corrupción o de campañas como la de “ponle dedo al ratero” en Tijuana, por ejemplo. Vale más empezar con uno mismo, si donde se generó la corrupción –es decir, de arriba- no se puede erradicar, habrá que hablar con el sujeto del espejo, el cambio debe originarse desde adentro, así como este cáncer pudo surgir desde dentro, así debe extirparse, ¿y como diablos lo hago?, pues bien, no consecuentes las prácticas corruptas, no sueltes dinero por agilizar trámites y traspasar normas y leyes, no te vendas por unos pesos, no busques la comodidad dañando a los demás, no hipoteques tu libertad y tu voz, no vendas tu alma al diablo.

Y es que la cultura del mexicano ha sido la de sobornar y aceptar sobornos –ya que así se inició la corrupción desde épocas prehispánicas, al rendir tributo a las culturas dominantes y poderosas, después llegó el sistema colonial, el papel que jugó Malintzin o La Malinche y su relación con Hernán Cortés, pues citando a Octavio Paz en su libro“El Laberinto de la Soledad” en su capítulo IV “Los Hijos de la Malinche” escribe: El empleo de la violencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de los poderosos —vicio que no ha desaparecido todavía—y finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy más visibles que nunca debido a las sucesivas desilusiones posrevolucionarias, completarían esta explicación histórica”. También nos explica que “El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco”.


Así se inició desde aquellos tiempos, la explotación despiadada y deshumanizada, sin ninguna consideración a los pueblos originarios; sin el debido respeto a su cultura y a sus creencias politeístas, así como la depredación irracional de los recursos naturales, en medio de la naciente corrupción de las leyes, instituciones y autoridades coloniales, que formaron los cimientos de lo que tres siglos después sería, la nación mexicana.

Yo, al igual que todos los demás, no me salvo de ser cómplice de esta corrupción implícita; puesto que en las instituciones en donde trabajé anteriormente, tenía que persuadir personas para conseguir información a cambio de mucho más información, pues en éste mundo capitalista todo, mirado desde cualquier ángulo, tiene un valor específico. Poco a poco me vuelvo más consciente y más crítica en cuanto al síntoma que presenta nuestra sociedad como consecuencia de este gran cáncer; la desigualdad de oportunidades, la mala distribución de la riqueza, contradicciones como los más ricos y los más pobres en un mismo sitio, no cabe duda, ser corruptos nos destruye, nos aniquila.

Cambiemos esa mala costumbre, ese vicio cotidiano en nuestras vidas. Creo que aún es tiempo de hacer conciencia del daño que nos hacemos como ciudadanos y como país, debemos actuar dentro de nuestro entorno social (familia, trabajo, escuela, etcétera). Hagámoslo por nosotros, por los que vienen detrás de nosotros y los que vendrán.

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